¿Vosotros
echábais de menos ‘Mad Max’? Porque yo no. Y mira que también tengo mis
momentos de debilidad y me dejo llevar por la absurda nostalgia ochentera que
nos invade. Pero es que de esta trilogía de películas apenas recuerdo a Tina
Turner y sus pendientes de Ondamanía. Y ya no sé si sale en la segunda o en la
tercera peli. Y Tina es la mala, ¿no? Porque Mel Gibson es el bueno, ¿verdad?
Eso sí, la canción es un clásico imperecedero. Como la de Glenn Medeiros. Total,
que algún productor sí que debía echar de menos ‘Mad Max’, porque el caso es
que han dejado que George Miller continúe con el tema ahí donde lo dejó.
Vista la
película, la verdad es que no entiendo muy bien qué le había quedado pendiente
de contar al hombre. Me lo imagino ahí treinta años todo contrito,
revolviéndose durante el sueño en lo más oscuro de la noche, despertando
sudoroso en plan “Oh Dios mío, tengo todo esto dentro y necesito sacarlo”.
Pero, al fin y al cabo, ‘Mad Max’ va de una tipa que pilla un camión y conduce
ahí to’loca en línea recta mientras la persiguen y, llegado un punto (¡alerta
spoiler!) se da media vuelta y sigue conduciendo en línea recta. Decir que hay
ahí un subtexto interesante es como decir que qué bonica Leticia Sabater, arquetipo
del juguete roto y la crueldad de lo efímero.
Me inclino más
bien por pensar que lo que tenía sin dormir a George Miller eran los
videoclipses de Lady Gaga y las películas de Michael Bay. Si con cuatro karts y
dos muelles triunfó en los ochenta, qué no podría hacer con kilos de
maquillaje, una pantalla verde y un par de Macbooks.
En ese sentido
estético, las cosas como son, la película mola mil. De hecho aproveché la
ocasión para ir a verla a la sala Phenomena, que es donde de verdad hay que ir
a ver las películas si te importa el factor técnico. Es imposible no hacerte
pis en la butaca con semejante proeza de alta definición y ese despliegue de
Dolby Atmos, pero es que ‘Mad Max: Fury Road’ no está pensada para verla en
screener con tu tableta, aunque sea un iPad con Retina.
Todo en la
película pretende ser icónico hasta el hartazgo. Donde los personajes no llegan
mediante el guión, llegan a golpe de caracterización. Ya no solo los
principales como Furiosa, verdadera protagonista, o Inmortan Joe, el malo de la
función, sino incluso personajes meramente funcionales como el harén de
esposas, que parece un catálogo de Tommy Hilfiger postapocalíptico, o los War
Boys. Si es que hasta el notas que va amarrado a un camión tocando la guitarra
es un robaplanos...
Es más, el guión
está pretendidamente podado para potenciar el impacto estético. A pesar de
insertar flashbacks y alucinaciones en plan Balagueró en mitad de las escenas,
en ningún momento se detiene la acción para explicar nada. Ni quién es Max ni
cuál es su historia, ni cómo funciona el nuevo mundo en el que nos encontramos.
Simplemente se nos lanza en mitad de una sociedad con conceptos tan molones
como ‘bolsas de sangre’ y pintarse con espray la boca antes de suicidarse. Y
tira millas –pun intended–. Pero como
todo es tan chulo, de hecho nos mola que sea así.
Sobre la acción…
pues eso, es LA acción porque solo hay una. Desde que empieza hasta que acaba
esto es un festival de tiros, mamporros y coches convertidos en chatarra. Que
tiene mérito, y mucho, porque a pesar de durar dos horacas el festival y tener
tan claro quiénes son los buenos el festival te mantiene en tensión todo el
rato.
Dice Miller que tiene
material para dos películas más, mínimo. Qué menos, digo yo, si con algo tan
tonto como Furiosa yendo a echar gasolina te monta un numerazo como este…