domingo, 25 de enero de 2015

¡Abajo la Esteban!


Belén Esteban es una supernova. En algún momento de los últimos 15 años fue estrella, pero fue acumulando tensión hasta pegar un petardazo mayúsculo, que de hecho produjo su periodo de esplendor más fulgurante. Hay expertos que sitúan el zambombazo en relación a alguna de sus peleas conyugales, ofrecidas por fascículos en el ‘Sálvame’ de modo recurrente. Otras escuelas sostienen que el punto de no retorno se produjo cuando accedió a remodelarse el careto a expensas de la cadena donde trabaja, justo a tiempo para dar las campanadas de fin de año (y de evitar que se le cayera la nariz en directo en una de esas tardes de meriendilla frente a las cámaras). En cualquier caso, todos coinciden que para cuando confesó su adicción a las drogas y, voilà, se curó, la Esteban ya llevaba tiempo destruidita. Lo que vemos es sólo una luz que viene reverberando desde del pasado.

Pero, queridos lectores, parece que el brillo de la Esteban toca a su fin. Al fin nos hemos dado cuenta de que a la chica no la adornan muchas virtudes. Pero, ojo cuidao. Tampoco caigamos ahora en juicios precipitados. El reprobable comportamiento de la Esteban en la gala de ‘Gran Hermano VIP’ del jueves pasado puede que haya sido un mero parpadeo en el esplendor de la estrella y no su ocaso eterno. Al fin y al cabo, el comportamiento de la Princesa del Pueblo en las 24 horas de ‘Gran Hermano VIP’ no difiere mucho de lo que ha mostrado todos estos años en las 4 horas diarias de ‘Sálvame’: es inculta, ordinaria, egocéntrica, nada respetuosa con sus compañeros y, sí, hasta la hemos visto comer con la boca abierta.

Llegados a este punto, para poner las cosas en contexto, no puedo más que recurrir al mantra que nos han estado vendiendo desde el primer ‘Gran Hermano Standard’: esto es… ¡¡un experimento sociológico!! Aunque también es verdad que dejaron de insistir con la tontería cuando la cosa empezó a oler demasiado, creo de verdad que esta edición VIP refleja nuestra realidad, así de la calle, del día a día, de un modo que resulta doloroso de ver. Por eso al ver a la Esteban desparramada en el sofá hablando con sus secuaces algo muy dentro de ti grita ‘¡BRUJA!’.

Si no me creen, repasemos:

Belén Esteban es la matona del patio de colegio. Es la chica esta que nadie sabe por qué es popular pero que está claro que es chunga de la hostia. Se rodea de niñatas sin personalidad, que le hacen de sicarias y criadas según convenga y que perpetúan el rol de la líder por su propia estupidez y una buena dosis de miedo.

Belén Esteban es la vecina criticona. Una mujer que lanza su artillería sobre Coman porque se para a mirarse desnudo ante el espejo del cuarto de baño porque, dice, “le ve la polla toda España”, cuando ella tiene una colección de portadas de Interviú. O que le recrimina a Olvido ser mala madre, cuando es cuestión de pura cronología entender que la Esteban no siempre estaba al 100% durante la infancia de su propia hija (de hecho tenía picos que estaba al 300%).

Belén Esteban es la manipulación en los medios. Hubo una escena gloriosa en la que Olvido Hormigos estaba siendo entrevistada en la radio por Víctor Sandoval y la Princesa no le gustó lo que ahí se contaba. Rezumando poderío y despotismo, se va la Esteban para el teléfono, alza el auricular del Góndola rojo y espeta: “Echa a la invitada”. Y la echaron, claro. Que es lo que pasa día sí día también, tal cual, en los despachos de las teles públicas del país. Y algún que otro medio supuestamente privado, también.

Teniendo en cuenta lo anterior, llegamos al punto definitivo que echa por tierra cualquier teoría triunfalista sobre el fin de la Esteban:

Belén Esteban es el PP. Internet, especialmente Twitter, revienta de comentarios negativos, de trending topics con mala uva y se hacen virales memes que la ridiculizan. Todo el mundo tiene claro que la Esteban lo está haciendo de puta pena y que hay que pararle los pies. Igualito que lo que pasa con el Gobierno de este país. Eso sí, cuando toca votar, la militancia twittera se esfuma y al final prevalece el voto de las fans incondicionales, por engañadas que vivan. Y eso es lo que cuenta para mantenerla en su sitio. Crecidita, además.

Lo peor, queridos lectores, es que para que de verdad Belén Esteban caiga la única alternativa es que Kiko Rivera, aka Paquirrín, sea Podemos. Una perspectiva que da un terror lovecraftiano que te pasas.

¡Ay!


lunes, 19 de enero de 2015

'Big Hero 6'


Hay un momento en ‘Big Hero 6’ en que el protagonista, Hiro, abraza a Baymax, un robot inflable cubierto de vinilo. Como es una escena muy emotiva, detrás de ellos hay una ventana por la que se cuelan los primeros rayos de sol para enfatizar que es el amanecer de un nuevo día y que todo vuelve a empezar  y blabla. Todo lo que el momento tiene de cursi lo tiene de espectacular en la parte visual. El efecto de la luz en el cuerpo translúcido de Baymax es una auténtica virguería y, si el plano termina emocionándote como espectador es, en gran parte, por la perfección estética del momento.

Puedes hacer click en la foto para ampliar, pero en el cine, en HD, ya lo flipas.
Lo de esta escena es una constante durante toda la película. ‘Big Hero 6’ es una historia convencional envuelta por un deslumbrante apartado técnico. Lo cual provocará reacciones no menos predecibles en el público: mientras que los de arte y ensayo dirán que vaya mierdón, aquellos que nos pasaríamos horas observando el efecto de la luz en la armadura de Baymax pensamos que esta película es una puta locura. Una sobrada. Es, como dije en su momento, Disney sacándose la chorra y dando pollazos encima de la mesa.

Si ‘Big Hero 6’ no rompe la barrera de lo correcto desde el punto de vista argumental es, creo yo, porque llega tarde incluso para los niños menos expuestos a esta posmodernidad hambrienta de hoy en día. ‘Guardianes de la galaxia’ es un ejemplo muy reciente, casi simultáneo, de grupo de losers que se transforma en héroes de manera inesperada y, además, desarrolla una complicidad con el espectador que ‘Big Hero 6’ no consigue. Por otro lado, el innegable carisma de Baymax y su lado cuqui palidecen al lado del poder achuchable de un Totoro. Incluso elementos que resultan encomiables por introducir elementos de madurez en la historia, como el proceso de duelo por el que pasa el protagonista, redundan en clásicos inmortales como ‘El rey león’. Aunque no molesta para disfrutar de la película, hay una sensación de déjà vu constante, que solo rompe, como digo, el espectacular apartado técnico y artístico.

Pelo gana a vinilo.

Sinceramente, desconocía por completo  el cómic en el que se basa la película. Tampoco hace falta ser fan para asumir que lo que vemos en pantalla ha sufrido un proceso de disneyización, con sus valores clásicos y mensajes moralizantes. Pero, vaya, que si alguien quiere que lo traten como a un ser atormentado puede irse a DC, saliendo a mano derecha, y ponerse los Batmanses de Christopher Nolan uno detrás de otro hasta querer arrancarse la cara como el Joker. Lo que hacen las personas adultas, vaya. Por algo Disney compró Marvel y no esas franquicias de héroes taciturnos y filosóficos pero que visten como drags igual que las demás.

Por mi parte yo compro ‘Big Hero 6’ y las secuelas que vengan, mientras mantengan este nivel de poderío visual y este ambiente de ‘happy place’ en el que pasar un buen rato.

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