viernes, 24 de octubre de 2014

'Montenegro'

Asistir a una representación de ‘Montenegro’ requirió cierto trabajo de investigación previo. A mi edad ya se me atragantan las propuestas que van de modernas, por muy avaladas que vengan por grandes nombres. Desde que vi en el mismísimo Liceu de Barcelona a un Don Giovanni ponerse a jugar con muñecas vestidas de hawaiana justo antes de que se lo lleven los demoños (perdón por el spoiler) ya no me fío un pelo.

En este caso concreto, además, la amenaza del factor moderni era realmente patente, teniendo en cuenta que la esencia misma del espectáculo era refundir en una sola representación tres obras de Valle-Inclán, las conocidas como ‘Comedias bárbaras’. La excusa perfecta para que el dramaturgo de turno sometiera el material original a su capricho creativo. No contribuyó a mi tranquilidad el hecho de leer que Valle-Inclán poco menos que consideraba sus obras como impracticables, en el sentido que las acotaciones y necesidades de la puesta en escena se excedían más allá de las limitaciones del teatro. Por lo que desde su concepción nos encontramos con textos pensados para ser leídos y no representados. Hemos cantado línea, vamos para bingo.

Mis temores se disiparon al poco rato de empezar la función. Las excentricidades se reducían a aspectos formales de la puesta en escena, con soluciones a problemas concretos como por ejemplo el mogollón que se te forma para poner en el escenario un caballo, seguido de un barco, seguido de dos caballos más, un par de perros y un rebaño entero de ganado. En ese sentido, me pareció muy acertado y plásticamente bien resuelto que fueran los actores mismos quienes se cosificaran en los elementos de atrezo necesarios en cada momento. Decididamente la escenografía era uno de los puntos fuertes del espectáculo, con destacables trabajos de iluminación y, sobre todo, vestuario. 

Foto: Valentín Álvarez
En cuanto al argumento, no sé si por condicionamiento previo, quise ver ciertas lagunas e inconsistencias causadas por los obligados recortes en las tres obras originales para embutirlas en una de sola, por más que ésta dure dos horas largas. No es ya que haya personajes que queden solamente apuntados o reducidos al arquetipo, sino que hay tramas enteras que desaparecen con ellos en el momento en que dejan de ser necesarios.

En ‘Montenegro’ se apuesta todo a la conexión emocional con el espectador. Prácticamente la obra se siente, más que se ve. Los personajes gritan, gritan todo el rato, dejándose llevar por pasiones viscerales. Se pegan, se follan, se disparan y se violan mientras nos cuentan la historia de los Montenegro, una familia donde el patriarca es un cabrón que aún conserva cierta caballerosidad de los viejos tiempos pero los hijos son genuinamente perversos y egoístas. Así que el nuevo orden de las cosas se impone de un modo convulso y violento en el que, si por si acaso el espectador se sintiera a salvo con tanto estruendo, incluso te aparecen actores de la nada por el patio de butacas llorando a lágrima viva o enarbolando incensarios.

Para mí éste es el gran acierto de esta obra. Más allá del audaz ejercicio de estilo, que para quienes desconocemos las fuentes resulta menos valorable, el éxito radica en una puesta en escena impecable que hipnotiza y un magnífico trabajo actoral.

Foto: Valentín Álvarez

Con todo, esta intensidad es difícil de mantener en una representación tan larga. Desde la audacia que otorga la ignorancia, puesto que no conozco los textos originales, me parece que el trabajo de adaptación de Ernesto Caballero podría haber ido un poco más allá y haber llevado al extremo su propia interpretación. Curiosa ironía la mía, de acercarme con cautela a la versión para acabar pidiendo más. Pero es que en este relato desarbolado de sus tramas secundarias y matices el protagonista se erige en el representante abstracto de los últimos coletazos del feudalismo. Lo cual conlleva que, sabiendo cómo acabará la cosa, el trayecto se antoje poco interesante por sí mismo.

Por otro lado, hay dos elementos que abaratan considerablemente el montaje. Uno es el hecho de que los actores principales usen micrófonos, lo cual me parece una ordinariez. Y una chapuza, si tenemos en cuenta que los quienes no lo llevan apenas se oyen en comparación. Es algo que no me esperaba de un Centro Dramático Nacional y un Premio Nacional de Teatro. El otro elemento es la omnipresente música, que subraya el dramatismo de las escenas de un modo tan abusivo y ajeno a la diégesis que resulta anticlimático.
 
Foto: Valentín Álvarez

jueves, 28 de agosto de 2014

'Los Guardianes de la Galaxia'

Mi relación con el llamado Universo Cinematográfico Marvel es de amor-odio. Yo, que soy de mutantes, aún no he superado que los X-Men se hayan quedado en el limbo por culpa de acuerdos comerciales entre compañías. Incluso me irrita el reinicio ortopédico que han hecho desde ‘First Class’, que parece sustentado principalmente por los pectorales de Hugh Jackman. Pero es que ver a dos Mercurios en paralelo, uno en ‘Días del futuro pasado’ y otro en ‘Los Vengadores 2’, me pone de mala leche. Sobre todo si el primero lo mola todo y el segundo es la cuarta hermana Olsen. 

En fin, algún día rajaré a gusto de este tema, pero de momento vine a hablar de ‘Los Guardianes de la Galaxia’.


En mi mutantecentrismo galopante, lo primero que pensé al conocer el proyecto de esta película fue que el protagonista era Corsario, el padre de Cíclope y Havok. Pero, claro, no me cuadraba mucho la cosa, teniendo en cuenta que ese grupo es bastante marginal y me extrañaba que invirtieran dinero en él. Pronto me di cuenta de mi error y resulta que no sólo me había equivocado de grupo sino que, además, resultaba que Marvel y sus amigos estaban más que encantados de apostar por una franquicia menor de su universo. Y viendo el pelotazo que ha sido ‘Los Guardianes de la Galaxia’ resulta que les ha salido bien. ¡Odiosos!


El eco del éxito de la película penetró incluso los gruesos muros de mi torre de indiferencia. La brecha: el hecho de que ‘Los Vengadores’ me pareciera una película tan buena que acabara por meterme en vena todas las pelis individuales de los héroes en plan retrospectiva. Se da el caso que, además, por ese boquete se ha llegado a colar entera ‘Agents of S.H.I.E.L.D.’, la serie, con lo que creo que ya es momento de aceptar la derrota. La Estrella de la Muerte tenía un agujero mínimo en comparación y mira cómo acabó.

Por otro lado, el hype es un elemento indispensable en este tipo de proyectos. Ya ni siquiera es que los estudios sepan cómo generar expectación años antes del estreno, sino que hay un público cautivo de este tipo de películas que prácticamente está deseando unirse al mogollón mediático. Cada gordito en el mundo es un brioso agente de propagación de la fiebre. Así, llegué a leer que ‘Los Guardianes de la Galaxia’ estaba al nivel de ‘Los Vengadores’. Que, atención, estamos ante la ‘Star Wars’ de esta generación. Y que hasta un mostrenco como Batista tenía verdadero talento interpretativo, incluso debajo de esa capa de maquillaje.

Con semejantes expectativas es normal que el resultado final me dejara un poco más indiferente de lo esperado. Como película, en plan formal, digo. Y a lo mejor es muy loca la teoría que voy a exponer, pero creo que el problema fue haber visto ‘Transformers 4: A Nadie Le Importa El Subtítulo’ días antes que ésta. Dejando al margen que ‘Transformers’ es el equivalente a los dementores de las películas de acción, resultó ser una bofetada de realidad en lo referente a la serielización de las franquicias actuales. Cuando vas a ver una peli de estas ya no puedes considerarla por separado sino que tienes que ponerla en su contexto. Son como series, pero en pantalla grande y con añazos de espera entre capítulo y capítulo.

Con ‘Los Guardianes de la Galaxia’ creo que pasa esto. No hay la presión de crear una historia redonda, sino de preparar al espectador para lo que está por venir en las secuelas, tanto en su propia saga como en la genérica de Marvel. Sí que recuerda un poco a las primeras ‘Star Wars’ en este sentido de proyectar la trama más allá de la película que nos ocupa. Y en lo de querer vender muñecos, que a lo mejor la peli no me ha molado tanto como para comprarme el disfraz de Gamora pero un Groot bailongo en su maceta es algo que siento que necesito con urgencia.

Como primer capítulo de una saga, ‘Los Guardianes de la Galaxia’ se concentra en desarrollar lo principal: el grupo de protagonistas. No existe ese recurso fácil, pero caro, de montar una precuela a todo color y en 3D para cada miembro del equipo, así que hay que trabajar rápido y bien para que el espectador entienda de dónde sale cada uno y hacia dónde va. El resultado no es que sea algo fino y elegante, pues hay alguna escena hecha a cuchillo, pero es lo que hay. Como espectador ya sabes que tienes que poner un poco de tu suspensión de incredulidad para aceptar como normales esos amores y esas reconciliaciones súbitas. 

Para dar cabida a las dinámicas entre los cinco protagonistas lo que acaba sufriendo es el argumento. “Hay un señor muy malo que quiere un fistro muy poderoso para hacer pupa” es el boceto de la trama del 95% de argumentos de acción. Es que incluso sin salir del Universo Cinematográfico Marvel, resulta que [y esto yo no sé si un spoiler o no, que ya con estas cosas estoy por tirarme al suelo y acurrucarme en una esquina, porque no entiendo nada ya, pero yo aviso de que en un par de líneas diré cosas] el fistro de ‘Los guardianes de la galaxia’ es parte del Fistro Super Powerboost Edition Set que unifica los desvelos de todos los superhéroes que hemos visto hasta la fecha y da coherencia a esto del Universo Marvel. Vamos, que es parte de una colección de armas definitivas que incluye el Teseracto que anima el cotarro en ‘El Capitán América: La Uno’ y ‘Los Vengadores’ y el chisme (¿Éter, era?) que genera los líos en ‘Thor 2: Nunca Me Aprendo Las Coletillas’. 

Tener toda esta visión de conjunto es un arma de doble filo. Por un lado me da la vida y es una traslación perfecta del sentimiento que hizo que me enamorara de los cómics de la Marvel. Esos argumentos locos que necesitaban abarcar varias colecciones en crossovers demenciales es que me tienen ganado. Pero por otro lado, como digo, al considerar las películas sueltas me quedo un poco vacío.

Por ejemplo [y vuelvo a los spoilers… o eso creo], en ‘Los guardianes de la galaxia’ hay como un malo en nómina, que es como muy anodino y nos interesa cero, y luego hay malillos que por unas causas u otras resultan más estimulantes, como el minion del malo, la hermana resentida de Gamora o el jefe de Star-Lord. Y cuando digo lo de las causas u otras estoy hablando al nivel de que las TEXTURAS del maquillaje son como para volverse loco y ya por eso el personaje lo mola todo. Pero en fin, el caso es que todos estos que digo NO IMPORTAN un comino, porque de repente hacen chas y te sacan a Thanos ahí todo contento en su asteroide y al rato hacen chas chas y aparece El Coleccionista ahí todo puesto con sus vitrinas y sus perretas. Y primero no lo entiendes y luego, con el tiempo y su poquito de navegar por Internet, vas conectando los puntos. Pero en la sala de cine te quedas así como oyendo la música sin pillar la letra.

¿Qué soy un puntilloso? Pues sí. ¿Que la peli es una pasada sin entrar en tanta mitología marveliana? Pues seguramente también. Como expresa el consenso de la red: es un muy buen entretenimiento. Porque está claro que tenemos todos estas vidas tan apasionantes y llenas de desafíos elevados que necesitamos un entretenimiento que esté a la altura en el ratito que encontramos entre que investigamos la cura contra el cáncer y el momento en que nos ponemos a resolver la situación macroeconómica del mundo. Yo es que lo siento, pero que la cani de turno diga, así en plan perdonavidas, que una peli así la entretiene me pone de los nervios. ¡Que luego resulta que lo único que hace en todo el día es esperar que la llamen del casting de ‘Hombres mujeres y viceversa’!
En fin, que me pierdo.

Que pese a que yo me quedara con ganas de más, en lo que hace referencia a la simple experiencia de verla, ‘Los guardianes de la galaxia’ mola. Funciona el carisma de los personajes y, por tanto, de los actores. Posiblemente sea al revés, realmente. Aunque yo la vi doblada y me perdí a Vin Diesel y Bradley Cooper. Pero Chris Pratt está estupendo (en toda la profundidad de la expresión), Zoe Saldana hace de Uhura ninja pintada de verde (esto es un sí) y Batista me hizo olvidar que era Batista, con lo que ha sido Batista en esta Abadía (esto es otro sí). 

Me gusta que la película tenga este tono modesto. De no ponerse al nivel de ‘Los Vengadores’, que para mí no lo está, pero porque no hace falta y no porque no pueda. El toque camp de la banda sonora, integrada en la narración. El aire más infantil y no lo digo por el mapache con bazooka sino por recursos narrativos obvios como la escena en la que todos los protas se hacen amiguitos o el reprise del final de “dame la mano” (¿me ha quedado suficientemente críptico?). 

Creo entender que el entusiasmo que despierta esta película y que hace compararla con sagas tan míticas como añoradas es justo un espíritu inclusivo que es tan raro de ver hoy en día. Es difícil resistirse a ser un simple espectador. Si esta peli me hubiera pillado con unos años menos ahora mismo estaría loco por ser un Star-Lord. Por comprarme los muñecos de todos los personajes y las miniaturas de las naves también, claro. Pero, sobre todo, ¡SER EL PUTO STAR-LORD!


lunes, 25 de agosto de 2014

'Lucy'


Que las tetas de la Johansson no os impidan ver el bosque: ‘Lucy’ es una película de Luc Besson. Así que os merecéis todo lo malo que os pase si decidís verla por daros un homenaje de ciencia ficción. Yo entiendo que es difícil. Ahora con la Johansson uno ya no sabe bien a qué atenerse. Para bien o para mal todos la seguimos recordando en bragas en esa cosa gafapasta que es ‘Lost in translation’, que conecta con su breve etapa de musa de Woody Allen y el tema de actriz total de poner sólo la voz en ‘Her’. Pero, claro, por otro lado la chica ha encontrado el plan de pensiones de su vida al subirse al carro del Universo Cinemático Marvel, que sería un registro diferente.

Entonces, te ponen a Scarlett en el cartel de una peli que habla del porcentaje que usamos los humanos de nuestro cerebro y la evolución de las especies y blablá. Y sale así sin pistolas ni ultraceñida ni nada. Además ponen el nombre de Morgan Freeman, que vale que es otro actor al que le da igual ocho que ochenta e igual te dobla una película de Lego que te narra documentales de pingüinos y programas sobre el cosmos. ¿Qué pensar ante un cartel así? 


Por eso no hay que perder de vista la referencia fundamental, que es Luc Besson. Las pelis de este hombre van, básicamente, de gente que se persigue muy a loco en coche y va pegando tiros a destajo. Si puede ser a la vez, mejor. Yo diría que incluso en las peliculillas esas de los Minimoys debe haber alguna persecución en minicoche o algo así. Esas no las vi. En cambio sí vi ‘The transporter’, en la que Besson llenó páginas y páginas del guión que escribió con “EXTERIOR DÍA – PERSECUCIÓN EN COCHE”. Y luego, claro, ese mítico “INTERIOR GARAJE – JASON STATHAM PELEANDO REBOZADO EN ACEITE DE MOTOR”. Teniendo en cuenta que la franquicia quiere tener como seis películas y una serie de televisión, creo que queda claro que a Besson el tema de los coches y los tiros le da la vida. Literalmente.

Si ‘Lucy’ está cerca, en su concepto, de ‘The transporter’, entonces la Johansson es aquí más Viuda Negra que chica de la perla y Morganfreeman tiende más hacia su lado Iker Jiménez que al Carl Sagan. Y teniendo estos parámetros claros ya nos podemos lanzar al disfrute sin complejos y totalmente desbocado. Porque la peli es burra a más no poder y no se toma en serio a sí misma en ningún momento. Ese es el problema que yo le vi, porque me sentía algo perdido sin referencias ni explicaciones que me permitieran situarme y generar expectativas en la trama.

A grandes rasgos, la cosa va de que a la Scarlett le salen superpoderes y hay unos chinos, que luego resulta que hablan coreano, que la quieren matar. Pero no es como Jean Grey, por ejemplo, que sabemos que es telépata y por eso cuela que también desarrolle telequinesis y que luego cuando se hace una con una fuerza primigenia del Universo se convierte en Fénix y tú compras totalmente que sea capaz de volar por el espacio sideral y destruir mundos a golpe de melena. Todo eso tiene mucho sentido. Sobre todo si luego resulta que la Jean Grey real se había quedado atrapada en una cápsula en el fondo del mar durante todo ese tiempo y Fénix era un ser diferente. Así que por eso Jean Grey en realidad no puede volar por el espacio ni destruir universos, aunque siga teniendo un pelo estupendo (y un marido de mierda). Es lógico. Tú todo esto lo ves, lo palpas. Está ahí. Es como cuando Banshee vuela porque se pone a gritar muy fuerte. Claro que sí.

Los poderes de Lucy son totalmente impredecibles y escalan según convenga, por lo que tuve que renunciar a situarme en la trama y simplemente me dejé llevar. Por suerte, como digo, la película es muy autoconsciente y la puesta en escena de la evolución de los truquitrucos de Lucy está del todo volcada en el espectáculo. Después de ver cómo la prota interactúa con el mundo como si fuera su Samsung Galaxy ya estás preparado para tragarte el final sin un solo pestañeo. Y no me resisto a un spoiler mínimo, apenas apuntado, pero avisado porque ya sé cómo se las gasta el Internet, pero yo en ese final esperaba que en cualquier momento entrara un japonés por la puerta montado en una moto gritando “¡¡Tetsuo!!”. Así de petardo es todo.

Lo más difícil de tragar de la película, para mí, es que la interpretación de Johansson hace que lo de la Viuda Negra en ‘Los Vengadores’ sea una de esas “con matices y llena de registros”. Entiendo el tema de que a medida de que digievolucione Lucy se vuelva menos humana, pero teniendo en cuenta que es un concepto que se sacan de la manga no veo el motivo por el que la protagonista deba poner cara de maniquí del Bershka y voz de máquina de tabaco la mayor parte de la película. Al final ya no sólo es que se trate de una peli de coches y tiros, sino es que realmente no te importa mucho a quién le peguen el tiro o a quién le abollen el coche. Que es una cosa que con el Statham no me pasaba, sin ir más lejos.

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